Nos dirigimos, ante todo, a aquellos que con inteligencia rechazan su propia voluntad y desean de todo corazón servir a su rey soberano como caballeros; llevar con toda el alma, y permanentemente, la muy noble armadura de la obediencia. Para ello, os invitamos a seguir a los elegidos por Dios de entre la masa de perdición y a quienes ha dispuesto, por su inabarcable misericordia, para defender la Santa Iglesia, y que vosotros deseáis abrazar por siempre...