Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,10-17
Es habitual en San Pablo la contraposición entre carne y espíritu. La carne como lo que hay en el hombre de pecaminoso, el hombre entero en cuanto se aparta de Dios, y espíritu, no solamente el alma sino el hombre entero en cuanto que animado por Dios. Pablo que advierte de estas dos fuerzas existentes en el ser humano, anima a los cristianos de su comunidad a dejarse conducir por Dios.” que Dios habite por la fe en vuestros corazones “(Ef 3,17), a dejarnos guiar por Él. Que esa realidad espiritual que hay en nosotros vaya conformando nuestra vida. Sabernos hijos, sentirnos habitados por su Espíritu que nos impulsará a exclamar ¡Abba, Padre! Es una maravillosa experiencia, un gran regalo de nuestro Padre Dios. La fuerza de la rutina o la mirada contemplativa De camino hacia Jerusalén Jesús acude a la sinagoga, lugar de oración y de estudio de las escrituras. Es sábado. El centro de atención de este relato es el mismo que atrajo la mirada de Jesús, la mujer encorvada desde hacía 18 años. Presencia, mirada, compasión y ternura, palabra liberadora Ella sólo está presente, no pide nada, quizá no se atreva a pedir nada. Jesús la vio, la llamó, se acercó, la tocó y se levantó. Describamos y meditamos despacio estos cuatro momentos. Jesús la vio. Es la mirada contemplativa que ve con el corazón y se hace cargo de la vida del otro, de su sufrimiento. Y la llamó “mujer” dice algún autor que se aproxima a nuestro vocablo “señora” con el que dignifica a quien va dirigido. Se acercó, le impuso las manos ¡a una mujer! Y de su corazón surgió una palabra liberadora. Quedas libre de tu enfermedad. Se puso derecha y supo agradecer a Dios el milagro obrado en su vida. ¿Hacemos la experiencia de dejarnos mirar por Jesús con nuestra espalda más o menos encorvada? Y escuchemos su voz “la llamó”, nos llama. Podemos considerar a esta mujer que nos presenta el texto de Lucas como un símbolo de todas aquellas personas que soportan sobre sus vidas pesos intolerables. A diario tenemos ocasión de descubrir en la calle, en las noticias, en la familia, “espaldas curvadas” que esperan una mirada compasiva, una mano amiga, una palabra que les ayude a ponerse en pie, una oración. La Palabra de hoy nos invita a ello. ¿Problema de legislación? Jesús cura a la mujer en sábado. No es nueva la discusión con los maestros de la ley. ¿Primacía de la ley o el bien de las personas? Esta cuestión enfrenta a Jesús con los fariseos en varias ocasiones. Su posición es clara. No es el rechazo a la ley “dad al César lo que es del César”, sino a la primacía de la ley sobre el bien de las personas. Y desbarata las acusaciones de violación de la ley del sábado con unos argumentos traídos de su cotidiano ¿no desatáis cualquiera de vosotros su buey o su burro y lo lleva a abrevar? En dos palabras expresa Jesús dos valoraciones diferentes según a quien las dirige. “hipócrita” actitud que en varias ocasiones refiere a los fariseos o en ellos a todos los que, en nuestra vida, no nos manifestamos con autenticidad y coherencia. “Y a esta hija de Abrahán” ¿no había que liberarla en día de sábado? Para todo israelita, era un título noble. Jesús se refiere a ella en la grandeza de su fe humilde y silenciosa. Engrandece a la mujer que, por ser mujer y con una larga enfermedad, tenía escasa consideración entre los suyos. La respuesta que da Jesús en la sinagoga a los asistentes es la que podría dar también hoy en nuestro entorno. En nuestra sociedad, entre nosotros encontramos personas que se muestras inflexible ante un precepto de la ley aun anteponiéndolo a un mayor bien. Pero también, aun sin caer en el relativismo, las que saben valorar y discernir lo que supone liberar, sanar, ayudar ante una necesidad. Unos entienden el mensaje de Jesús y se alegran de lo que hace, otros se escandalizan. Agradecemos a Dios una vez más su Palabra que llega hasta nosotros hoy, dejamos que resuene en nuestro corazón. Le pedimos que nos haga conscientes de nuestras “jorobas” las mire, ponga su mano sobre nosotros y sintamos la fuerza y el impuso para caminar erguidos, dispuestos a mirar, acompañar con ternura y compasión las dolencias que encontremos en el camino de la vida
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: