Interesante evangelio el de esta semana. Nos invita a no juzgar al prójimo; con lo aficionados que somos a ello y lo que nos gusta...
El ser humano se rige por una serie de valores adquiridos por una educación recibida, por su desarrollo en un entorno y cultura determinado, en muchos casos bajo el condicionante de la religión que practica. Nos comportamos como seres humanos y tendemos a juzgar, sinónimo de condenar, como si tal atribución fuese una de nuestras competencias. Todos queremos ser jueces de los demás, anteponiendo nuestra verdad a la de los demás, y por lo tanto criticándola e incluso condenándola, sin darnos cuenta que en la medida que imponemos nuestra verdad, estamos justificando y legitimando la del prójimo. Es como si haciéndolo estuviéramos por encima de los demás y nuestro ego o vanidad se reconfortara y nos viéramos más santos ante Dios. Nos creemos en posesión de la verdad y como dice el evangelio la verdad os hará libres, y si realmente lo somos ¿por qué seguimos buscando?. Nuevamente y como a lo largo de toda la historia el hombre quiere ser superior a Dios y se atribuye sus facultades. Pero el ser humano también es espíritu, y como tal no debe juzgar, sabiendo que esa atribución o facultad sólo compete a Dios, quien a su vez juzga con amor, compasión y caridad, parámetros totalmente distintos a los humanos. Debemos cultivar la empatía, la compasión y la misericordia siendo humildes cada día, y conscientes de que nuestro trabajo es amar al prójimo y no juzgar, ya que esa tarea le corresponde a Dios.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano “hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo y entonces verás claro para sacar la mota de ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
Jesús rompe con el pasado y con la ley del Talión. Es más, va más allá diciendo que no basta con amar al prójimo como a uno mismo, sino que el cristiano debe darse hasta quedar sin nada.
Quien es discípulo de Cristo se acerca al hermano con cariño, generosidad, paciencia y perdón. Debemos tener cuidado con los juicios hacia los demás. Somos propensos a creernos superiores y juzgar a los demás. Si el amor de Dios habita en nosotros debemos tener cuidado con nuestros juicios. Si es paz lo que buscas trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra.
Sólo hay un juez, que es Dios, y éste es amor.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: