Después del camino cuaresmal, por fin nos llega el Domingo de Ramos.. Cada uno nos hemos preparado mejor o peor, según nuestras posibilidades. Con la celebración de hoy damos comienzo a la Semana Santa. Es el pórtico de esta semana. Una semana especial, en la que escucharemos distintas invitaciones.
Porque la celebración de este día es un auténtico pregón de la Semana Santa. La Iglesia nos invita a centrar nuestra mirada en Jesús para contemplar lo que Él significa para cada uno de nosotros. Es una llamada a la contemplación de los misterios centrales de nuestra fe: por la pasión, muerte y resurrección de Jesús la humanidad ha sido salvada y nosotros, los creyentes, hemos resucitado con Él y en Él por el bautismo.
La lectura de Isaías nos reafirma en la imagen de un Mesías distinto, que no responde a la violencia con violencia. Con la ayuda del Señor, todo lo soporta. Escucha la Palabra, y puede decir algunas palabras de aliento. A pesar de todo. Se puede caer en el pesimismo – Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? – pero siempre hay salida.
A veces, esa salida exige mucho esfuerzo. Lo sabe bien el mismo Jesús, como nos recuerda la segunda lectura: actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Es la consecuencia de la Encarnación. Hombre hasta el final, con todas las consecuencias. En el mundo como uno más, pasando frío y calor, hambre y sed, alegrándose y llorando con y por sus amigos. Muriendo por todos y cada uno, nos abrió las puertas de la salvación.
Para que pensemos en ello, quizá, la Liturgia nos presenta en este domingo la Pasión de Nuestro Señor. El Viernes Santo no celebramos la Eucaristía, y, de esta manera, en la Misa, recuerdo del sacrificio de Cristo, escuchamos este relato que, de otro modo, quedaría fuera.
Tenemos que intentar ver las cosas desde el punto de vista de Jesús. A pesar de todo, siempre dispuesto a aceptar la voluntad de Dios. Hasta la muerte. Perdonando a lo que le condenaban, a los que le traicionaron – todos – y siendo el puente entre Dios y nuestra salvación. Ver a todos con la mirada de Dios.
Hermano Templario: ¿Acaso no podemos nosotros también aportar nuestra contribución al triunfo de Jesús? No es algo imposible. Nosotros, que vivimos hoy en día, podemos prestar nuestra ayuda, no para facilitar la entrada de Jesús a Jerusalén hace unos dos mil años, sino para su retorno glorioso al fin de los tiempos. No se trata de hacer grandes cosas. Es suficiente que creamos en Jesús, Señor de Universo, nuestro redentor y nuestro Juez que viene a recompensar los justos y castigar a los malos.
A todos os deseo una ¡Feliz y fructífera Semana Santa!
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Hoy y siempre…NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: