El cuarto domingo de Pascua es el domingo del Buen pastor. En este tiempo de
alegría por la resurrección, la Iglesia nos recuerda que tenemos todos un modelo
en Cristo para ver cómo es su autoridad, que viene de Dios Padre y consiste en
servir a nuestros hermanos. Que no es un privilegio, sino un deber. La de pastor
es una misión de servicio para conducirnos a nosotros, las ovejas, hasta el dueño
del rebaño: nuestro Padre Dios..
En la primera lectura encontramos como Pedro, elegido pastor por Cristo para
fortalecer a sus hermanos, lleno del Espíritu Santo, sigue dando testimonio,
después de uno de los milagros realizado en Su nombre. Hace un resumen muy
concreto de por qué hace lo que hace. Es una síntesis que sigue siendo actual
en nuestros días. No se puede decir más con menos palabras. Cristo, al que
vosotros matasteis, resucitó. Cristo resucitó, y el plan de Dios sigue adelante..
El Buen Pastor nos llama a vivir nuestra vida con autenticidad. Porque somos
hijos de Dios, nos recuerda la segunda lectura, y debemos vivir de manera
coherente con esa condición. Él mismo nos ha dado ejemplo con su vida. Por
eso nos invita a conocerle en profundidad, reposando cada domingo en verdes
praderas, dándosenos como alimento en el pan y el vino, repartiéndonos su
Cuerpo y su Sangre. De ahí sacaremos fuerzas para andar nuestra jornada, para
intentar, cada vez más, ser familia, comunidad, Iglesia. Porque si todos somos
hermanos, debemos ser pastores unos de otros, ayudándonos a vivir nuestra fe
con autenticidad, reconociendo a un solo Padre y a un único Pastor, del que
todos, ovejas suyas, somos hijos..
Ese Buen Pastor quiere que todos formemos un solo rebaño. Las ovejas que son
más obedientes y las que se encuentran más alejadas del redil. Todas. Y, con
mucho respeto y libertad, invita a volver y no deja de amar a ninguna. Eso es lo
que recordamos cada vez que celebramos la Eucaristía, que todos estamos en
juntos en este camino. Esta llamada a unidad tiene que interpelarnos también
como Templarios y motivarnos a trabajar juntos por la deseada vuelta a casa
como una sola familia que nunca debió marcharse ni separarse..
A Jesús le importan tanto las ovejas que está dispuesto a dar la vida por ellas. De
hecho, así lo hizo. Ese “dar la vida” es la prueba de la autenticidad del Buen
Pastor, frente a los asalariados, que huyen ante la primera adversidad..
El Buen Pastor, que es auténtico, nos invita a ser también nosotros auténticos. Y
orgullosos de ser hijos de Dios, vivir dignamente. De forma coherente. Tenemos
el ejemplo de Jesús, que llego a dar la vida por sus ovejas. Por eso, lo veíamos la
semana pasada, es tan importante conocerlo, escuchar su voz, no confundirlo
con otros falsos pastores, que nos llevan por malos caminos..
Otra pregunta que surge es: ¿por qué hay tantos rebaños, cuando tenemos un
solo Pastor? La separación de las diversas iglesias cristianas es un
“antitestimonio”, que va contra la voluntad de Jesús de que todos fuéramos uno,
como él es uno con el Padre. El ecumenismo está avanzando, pero queda mucho
todavía para conseguir la unidad. Recordemos rezar a menudo por la unión de
todos los cristianos..
Y a veces, dentro del mismo rebaño, de la parroquia, de la comunidad, de la
cofradía, de la familia, de nuestra Orden, hay desuniones. El lastre del pecado
nos condiciona, pero no nos limita del todo. Que seamos capaces también de
fomentar la unión, olvidar las ofensas y ver lo (mucho) bueno que tienen los
demás. .
El Buen Pastor nos da ejemplo, nos muestra el camino, va delante de nosotros,
para que le sigamos y podamos ser felices. Hermano Templario: ¿Vas a escuchar
su voz? De ti depende.
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NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: