Día 22 Santa María Magdalena. Día 25 Santiago Apóstol. 26 San Joaquín y Santa Ana.
Qué tres festividades más grandes. La patrona del Temple, el patrón de España y los padres de Jesús.
Semana intensa y muy importante en festividades para el Temple.
Comenzamos la semana con Santa María Magdalena, patrona y referente del Temple, a la que se venera en multitud de pueblos de España. Es prototipo de corazón convertido y entregado a Jesús. Su encuentro con Él cambió su vida. Fue la primera en llegar a su tumba y a la primera a la que se apareció la mañana de Pascua. Fue la primera enviada a anunciar a sus hermanos la buena noticia de la resurrección. Seguimos la semana pasando por Santiago Apóstol patrón de Galicia y de España y origen del Camino de Santiago o, Camino Jacobeo, protegido por la Orden del Temple, terminando la misma con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, los padres de Nuestra Señora la Virgen María, , madre de Nuestro Señor, origen y razón de ser del Temple.
Felicitamos y oramos esta semana por nuestros Hermanos Templarios de la Encomienda de Galicia.
El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. El reinado de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas: al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra. El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Lo habéis entendido todo?” Le responden que sí, y él les dijo: “Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas”.
Mateo, en estas parábolas nos quiere hacer ver que cuando se encuentra un bien superior, algo que consideramos muy valioso, todo lo demás queda en segundo plano, y somos capaces de abandonarlo por lo primero.
El texto me hace reflexionar sobre si realmente he descubierto el encuentro con Dios. Si es así no me constará renunciar a todo lo demás. Si me cuesta renunciar es que quizás no he encontrado el tesoro, el reino de Dios. No le he encontrado a Él.
Señor, llevo muchos años escuchando tu palabra y tu mensaje, pero no sé si realmente te he encontrado y estaría dispuesto a dejar todo por seguirte. Es cierto que lo afirmo, pero no sé si sería capaz de hacerlo.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: