El pasado lunes día 13 celebramos la festividad de San Hilario, obispo de Poitiers, día grande para el Temple por la aprobación de La Orden por el Concilio de Troyes. Es por ello que condecoramos la constancia templaria de los Hermanos, con la Cruz de San Hilario. Como ocurre en el evangelio de esta semana, él recibió la llamada de Cristo, y luchó para proclamar su mensaje, siendo desterrado, proclamando el evangelio en las afueras, en tierras inseguras, fuera de su confort. Jesús eligió a un grupo de personas para que viviendo con Él, aprendiesen a crear fraternidad, a predicar el mensaje de amor, luchando contra el mal que destruye a la persona. La llamada siempre viene de Dios y es el discípulo quien libremente acepta la invitación. Es importante estar con Él para aprender y empaparse de su vida y misión, ya que de lo contrario no encontraremos sentido a nuestra misión en la tierra. Hoy nos sigue llamando a cambiar nuestras vidas y a colaborar en la construcción de un nuevo mundo. El mensaje de Cristo es claro “id y proclamad”. Esta semana celebramos la conversión de San Pablo. Él entendió muy bien el mensaje y lo vivió plenamente. Muchas personas esperan hoy encontrar signos de esperanza e ilusión en sus vidas. Debemos reflexionar cuales son esos signos que debe mostrar un seguidor de Jesús, así como cuáles son los demonios de debemos expulsar para que el hombre sea libre.
Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea; y dejando Nazaret, vino y habitó en Cafarnaún, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca. Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron. Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Jesús abandona la seguridad de Nazaret, su hogar, su seguridad, y se establece en Cafarnaún, zona fronteriza, plural, conflictiva. Allí es donde predica su mensaje. Jesús invita a las gentes a la conversión, y al arrepentimiento del estilo de vida que llevan.
Jesús predica en las afueras, allí donde residen los humildes, los pobres, los desplazados, los inmigrantes. Toda su vida está encaminada a encontrarse con aquellas personas rechazadas que también son hijos de Dios.
Tus primeros discípulos escucharon tu llamada y no dudaron en seguirte. Nunca es tarde para cambiar de vida, aunque cada vez y con el paso de los años nos cueste más, pero en ello estará y reside nuestra felicidad y plenitud. Aunque nos de vergüenza predicar tu mensaje, cuando lo hacemos desde el corazón y de forma sincera, la gente escucha y el mensaje cala aunque no lo parezca, y abre multitud de puertas aunque sea en entornos y contextos complicados.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: