Todos los años el primer domingo de Cuaresma nos vamos al desierto con
Jesús, a verle superar las tentaciones.
El desierto es el lugar de discernimiento, formación y maduración. En el silencio,
podemos pensar en lo que Dios quiere para cada uno. Fue en el desierto donde
el pueblo de Dios tomó conciencia de que eran los elegidos por el Señor.
Cuarenta años de éxodo, de pruebas, de luchas y problemas, para salir
fortalecidos y unidos.
Después del desierto, el mismo Jesús, tras la prueba, se dirige a Galilea, para
comenzar su anuncio de salvación: el anuncio del Reino de Dios.. Desde el
comienzo, el martirio presente. Desde el comienzo, están presentes las
tentaciones. Y ni esa dimensión martirial, ni la amenaza del demonio
desaparecen durante toda la vida de Jesús. Le acompañan permanentemente,
como nos acompañan a nosotros. Pecado y esperanza, muerte y vida caminando
de la mano, para que podamos optar. Toda nuestra vida es una constante
elección.
Si vemos la Cuaresma mirando al final, desde esta perspectiva, entonces
tenemos cuarenta días para orar, meditar y preparar nuestras respuestas. En la
noche de Pascua, el treinta y uno de marzo, podremos decir con más
conocimiento “sí, creo” y “sí, renuncio”. Cada uno, según sus capacidades, su
madurez humana y religiosa en ese momento.
A esto nos invita Jesús en el Evangelio. Es a lo que se nos invitaba el Miércoles
de Ceniza, cuando se nos dijo “convertíos y creed en el Evangelio”. El testimonio
de Cristo nos ayuda. Él, que superó la prueba, nos invita a mirarlo, a seguirlo y
volvernos a Dios, acogiendo esa Buena Nueva.
Desde pequeñitos, la mayoría sabemos en qué se concreta la llamada de la
Iglesia durante la Cuaresma: oración, ayuno y limosna. Tres lados de un
mismo triángulo, que se apoyan el uno en los otros. Orar, sobre todo con la
Palabra de Dios. Darle a esa Palabra cada día un tiempo noble, digno, para
meditarla. Las lecturas de la Misa de cada día, o la Biblia, por ejemplo, leyendo
el Evangelio de Marcos, el de este ciclo, llenarnos de su mensaje y orar con esas
palabras de vida. Así aprendemos también a creer en la Buena Noticia.
Ayunar, para el hombre moderno, quizá no sea sólo privarse de algún alimento.
Si no nos obliga el colesterol, puede que lo haga el deseo de adelgazar o las
modas, o simplemente el deseo de vernos mejor. Para el cristiano del siglo XXI,
puede ser bueno ayunar un poco de televisor, de revistas, de alguna compra
innecesaria, del móvil… Puede que sea interesante revisar algunos afectos
desordenados, que nos atan, también.
En cuanto a la limosna, es bueno pensar a quién puedo ayudar con lo que me
he ahorrado de comida o de compras. Y pensar en qué puedo usar ese tiempo
que he ahorrado al ver menos series o perder menos tiempo con el teléfono
móvil. Ese dinero y ese tiempo se pueden consagrar a los que están muy
necesitados de pan o de cercanía. Y, si las fuerzas no nos dan para ser
voluntarios, pues a rezar tocan por los necesitados.
De esta manera, el triángulo oración – ayuno – limosna estará completo, e iremos
dando pasos en la buena dirección, para responder con más seguridad y mejor
conciencia a las preguntas que nos hará el presidente de la celebración en la
noche de la Vigilia Pascual.
Hermano templario: En esta Cuaresma…..
1.- ¿Tendrás cinco minutos diarios para acercarte a Jesús en el
Sagrario???
2.- En algún momento de tu día….podrás alimentarte con la Palabra de Dios
o con algún libro de lectura espiritual??? (y si no conoces ninguno
adecuado, pregunta….el Capellán del Priorato está a tu disposición para lo
que necesites).
3.- ¿A quién puedes devolverle una sonrisa, aunque no se la merezca
humanamente, solo porque Dios lo hizo tu hermano????
4.- ¿Quién se va a ver ayudado en sus necesidades gracias a tu limosna?
5.- ¿Podrías conseguir que tus redes sociales en esta cuaresma fuesen el
OTRO???? Menos tik tok y mas el latir del corazón del hermano
especialmente del que se encuentra solo.
6.- ¿Estas planeando ya tu Semana Santa? Y con quien o haces…¿con la
Palabra de Dios o con el Corte Inglés?
7.- Y por último, déjate abrazar por el Dios de la Misericordia y el Perdón.
Preséntale tu vida con sinceridad y honestidad en el Sacramento de la
Penitencia….y tu Padre que ve en lo escondido te lo premiará
FELIZ CAMINO HACIA LA PASCUA.
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: