Esta semana contemplamos el primer milagro de Jesús. Se trata de una boda, un matrimonio, una familia. Es significativo que Jesús actúe en ese entorno. El vino en una boda es el que alegra la fiesta, el que une a todos. Jesús en nuestras vidas, matrimonios, familias, comunidad, debe representar la alegría, el compartir, el perdón, la tolerancia. Debemos dejar que Jesús actúe en nuestras vidas.
Por otra parte es la primera vez que actúa instigado por María, La Madre dispensadora de todas las gracias. Ello nos debe hacer ver cómo María intercede por nosotros cada vez que rezamos y es por ello que debemos cultivar nuestra fe mariana como lo hacían nuestros antepasados hermanos Caballeros Templarios. Durante toda su vida Jesucristo hizo numerosos milagros, pero el Evangelio de Juan sólo relata siete, siendo el de esta semana el primero de ellos. Jesucristo ha venido a anunciar a los hombres el Reino del Espíritu, y eso supone dar un salto evolutivo, de lo psíquico a lo espiritual. Esto lo explica muy bien San Pablo en su epístola 1ª Corintios II,14 “el hombre carnal (psíquico) no acepta las cosas del Espíritu de Dios; son locura para él y no puede entenderlas porque hay que juzgarlas espiritualmente”.
En la Biblia el agua simboliza el psiquismo, el alma, y el vino el espíritu. Cristo quiere que nuestra alma cambie para unirla al espíritu divino. Sólo desde el espíritu, desde la fe, podemos entender a Dios, no desde la inteligencia o el estudio.
El otro día veíamos cómo Juan bautizaba y purificaba con agua (bautismo de alma), pero como ya anunciaba, Jesús bautiza con Espíritu.
Estos días atrás hemos muerto y vuelto a nacer, debemos emprender una vida nueva. Debemos tener pensamientos positivos y desterrar los negativos ya que son nuestro mayor enemigo, y orientar nuestra mente hacia las cosas espirituales, hacia Dios. Debemos alimentar nuestro espíritu con la palabra de Dios, con la meditación, con la oración, con la eucaristía. Es el pan nuestro de cada día que alimenta nuestro espíritu.
En aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó vino, y la madre de Jesús le dice: No tienen vino. Jesús le dice:
Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora. Su madre dice a los sirvientes: Haced lo que él os diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: Sacad ahora y llevadlo al mayordomo. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía y entonces llama al esposo y le dice: Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora. Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
María incita a su Hijo a actuar. Ella sabía que ya estaba preparado. Pero Jesús dice que no es su hora aludiendo a su pasión que todavía queda lejos.
La costumbre humana era primero el buen vino y luego el peor. Disfrutar al máximo de lo mundano y si me sobra tiempo me acuerdo de Dios. La lógica de Dios actúa a la inversa. Debo ser un hombre espiritual en una vida mundana.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: