Patrón de Navarra y de las Misiones que da nombre a la Encomienda Templaria de Navarra. Incitado por la reflexión que le hizo San Ignacio de Loyola de “qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma” abandonó su condición de noble, su estatus, sus privilegios y su comodidad y accedió a ir a curar y proclamar el evangelio a quienes más lo necesitaban, incluso en tierras muy lejanas. Murió en soledad cuando intentaba evangelizar China.
Fiesta nacional. En esta festividad celebramos el dogma de fe, proclamado por el papa Pío IX en el año 1854, sobre la limpieza de cuerpo y alma, la pureza de nuestra madre, la madre de Jesús,. Si bien nació de padres humanos, Dios la preservó del pecado original y del pecado humano para que pudiera ser la madre del Hijo de Dios, Jesucristo.
Iniciamos una nueva etapa con la elección del nuevo Gran Maestre. Debe de ser para nuestra Orden un nuevo tiempo de esperanza e ilusión. Este nombramiento llega en el inicio del Adviento, tiempo de preparación para la llegada del Mesías.
Al igual que la llegada de Jesús al mundo supuso un nuevo tiempo, y que hoy en día nos sigue llenando de ilusión, esperamos confiados que la elección del nuevo Gran Maestre abra un nuevo tiempo de ilusión para nuestra querida Orden.
Oremos por nuestro nuevo Gran Maestre, para que Dios le ilumine con su Espíritu Santo y sepa llevar la Orden por el camino marcado por nuestro Señor.
Corría el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato gobernaba en Judea; Herodes en Galilea; su hermano Filipo en Iturea y Troconítida, y Lisanias, en Abilene. Y Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. Fue entonces cuando Dios habló en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías. Comenzó Juan a recorrer las tierras ribereñas del Jordán proclamando un bautismo como signo de conversión para recibir el perdón de los pecados. Así estaba escrito en el libro del profeta Isaías:
Se oye una voz; alguien clama en el desierto:
“¡Preparad el camino del Señor, abrid sendas rectas para él!
¡Que se nivelen los barrancos y se allanen las colinas y las lomas!
¡Que se enderecen los caminos sinuosos y los ásperos se nivelen, para que todo el mundo contemple la salvación que Dios envía!”
El evangelio rezuma optimismo. Anima a que el colectivo de la época, triste, desesperado, incluso resignado, contemple con ilusión un futuro de prosperidad.
El nacimiento del Mesías acontece dentro de la historia humana, dentro de un entorno duro, cruel, lleno de esfuerzo, de esclavitud y de búsqueda de Dios. No es una historia que acontece en un entorno de fantasía o de un mundo ideal. Es un acontecimiento real como la vida misma, enmarcado en la historia de la humanidad.
Señor Jesús, es responsabilidad de todos nosotros que esa esperanza que tú nos trajiste y nos dejaste se haga realidad, y siga viva para tanta gente necesitada.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: