El Espíritu Santo está con nosotros
“Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con
toda libertad del Reino de Dios, dialogando con ellos y
tratando de persuadirlos”. Y podríamos añadir: y el Espíritu
estaba con él.
Muchas veces nos han propuesto que demos alguna charla,
que hagamos apostolado entre nuestros amigos, vecinos,
compañeros de trabajo... y no hemos sabido por dónde
empezar, hemos sentido miedo a no ser capaces de trasmitir
lo que llevamos en el corazón. Y es normal que tengamos
temores pero si de verdad creemos en el Espíritu Santo no
tenemos por qué tener miedo a nada. Cuando Pablo bautiza a
esos discípulos que andaban confundidos la fuerza del
Espíritu se manifiesta en ellos y serán capaces de predicar el
Reino a las naciones.
De las tres Personas de la Santísima Trinidad tal vez sea el
Espíritu Santo el más desconocido, pero os aseguro que su
trato frecuente obra maravillas. Él está presente siempre, nos
acompaña, nos fortalece, nos ilumina. En este pasaje de los
Hechos de los Apóstoles lo vemos claramente por eso os
recomiendo que os encomendéis a Él, que le tratéis con
confianza y que le pidáis con fe.
Si de verdad creemos, si de verdad queremos, la fuerza del
Espíritu Santo nos acompañará siempre y en todo lugar y
seremos capaces de contar a los demás la alegría de ser hijos
de Dios. Y como hacía San Pablo: dialogando, proponiendo,
explicando.
No tengáis miedo
San Juan sitúa este diálogo entre Jesús y los Discípulos en el
transcurso de la última cena. Están hablando en torno a la
mesa y Cristo les anuncia que le van a dejar solo. Pero a la
vez les tranquiliza porque el Padre estará con Él hasta el final.
En estos últimos momentos de su vida en común los
Apóstoles confiesan que le entienden, que ya no necesitan de
parábolas. Sin duda el Espíritu Santo ha obrado en ellos la
transformación. Y Jesús les advierte de los peligros del
mundo y Él mismo se pone como ejemplo de que se pueden
vencer. Es un claro llamamiento a que seamos como Él.
La escena no puede ser más enternecedora: un grupo de
amigos hablando en confianza en torno a una mesa. Y así
debe ser nuestra relación con Dios: cercana, íntima, sincera,
sin miedo y atentos a sus palabras. En esos momentos el
futuro es incierto para los Doce por más que el Maestro les
haya venido anunciando cómo será su misión. En unas pocas
horas se dispersarán, se esconderán, le negarán... Desde el
punto de vista humano es normal, pero ellos estaban
llamados a “pescar hombres” y tras los primeros momentos
de estupor asumirán el mandato de Jesús. Y para ello será
fundamental la intervención del Espíritu Santo:
¡PENTECOSTÉS! Todos, en algún momento de nuestra vida,
tenemos nuestro propio Pentecostés, debemos estar atentos al
momento y no tenemos que temer a nada ni a nadie. Dios
está con nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos
acompañan siempre. Como aquellos discípulos del cenáculo
estamos llamados a enfrentarnos al mundo con la mejor de
las armas: La Palabra, las enseñanzas de Cristo, el Hijo del
Hombre, el Resucitado. No tengamos miedo.
Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-5-2022/ Dominicos
“Sed bienvenidos el tiempo que queráis, sabed que sois uno más entre nosotros” Don Quijote de la Mancha.
Se dice, que tomando como punto de partida viejas tradiciones, muchas de ellas de origen celta, se tuvo la habilidad suficiente para construir unos poemas y unas novelas que enraizaran con el espíritu caballeresco, que, para convertirse en un mito, en una vocación de los hijos de la nobleza y de la alta burguesía, necesitaba de la literatura. La necesidad de una búsqueda que lleva al hombre a lo más profundo e íntimo de su ser, ha existido siempre en cualquier época, cultura y rincón de la Tierra. El hombre ha buscado aquello que, desde su interior y sin saber por qué, le conduciría al lugar del que una vez partió, y siente la nostalgia y el deseo de volver, para una vez allí, encontrar la verdadera paz y felicidad que un día disfrutó. Consciente de las dificultades y las temibles pruebas que le aguardan, se rodea de los elementos necesarios, para sí, asegurarse dentro de lo posible, el mayor grado de éxito. Pero no todos los hombres y mujeres son impulsados con la misma fuerza o sienten la misma necesidad, para lo cual, y valiéndose de antiguas formulas y en experiencias pasadas, los liberados , a través de sus colaboradores, emprenden una cruzada bajo muy diversas formas y naturaleza para animar la chispa que prenderá el fuego que a unos pocos muy preparados iniciarán el camino que los lleve a una búsqueda de retorno a la Realidad Única de la que proceden. La Tradición siempre a dotado a los sinceros y osados buscadores de los medios necesarios, y que, estando dispuestos a escuchar la voz interior, ponen estos medios para hacer posible esta búsqueda. Desde todo un pueblo legendario como el hebreo que partieron para encontrar la “Tierra Prometida” hasta las aventuras de Perseo para liberar a la joven y bella Andrómeda de la tiranía de Medusa; las aventuras de Ulises que pretende llegar a Itaca, su tierra natal, donde le espera su esposa Penélope, se ve sometido a una búsqueda forzada al ser obligado a detenerse en varias islas a la cual más peligrosa; Jasón y los Argonautas que partieron un buen día en busca del “Vellocino de Oro”, que según la fábula, se trataba de un vellón suspendido en un roble del bosque sagrado de Marte, en Cólquida, guardado día y noche por un dragón, al cual le fue arrebatado. En el “Mahabbarata” se hace referencia al cáliz de Aritha, el cáliz de Buda, inagotable y milagroso. En las ceremonias del Vedismo, Budismo y Mazdeismo, se utiliza el símbolo del cáliz de vida. Según la tradición persa, Jami Jemshid, encontró un cáliz de turquesa y éste lleno de precioso néctar de la vida. Las leyendas del monasterio de Solorete, mencionan el cáliz del Rey Salomón. Los musulmanes de Khandak har tienen su cáliz sagrado. En Kharran hay también un cáliz sagrado, Faa-Faga. El grial de piedra suele aparecer esculpido con un material caído del cielo “Lapis Exilis” o “Lapsit Excaelis”. Wolfran von Eschembach le concede unos poderes bastantes similares a los del elixir alquímico de la regeneración. No obstante presenta la novedad de que ha sido traído a la tierra por un coro de ángeles. También el pintor y antropólogo ruso Nicolás Roerich, que viajó por Asia Central en los años veinte y recorrió las tradiciones de Shambala, describe en uno de sus cuadros titulados “el tesoro del mundo”, una piedra sagrada que contiene “el fuego divino”, un caballo lo transporta desde las montañas para iluminar el mundo.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: