Después del desierto, en la segunda semana de Cuaresma, la Transfiguración.
Cada año, la Liturgia arroja un rayo de luz, antes de pasar por la cruz. En la
montaña, en un lugar apartado, donde se manifiesta Dios.
El relato de Abrahán, desde el primer versículo, sabemos que se trata de una
prueba: “Dios quiso probar a Abrahán...” A la persona que amamos podemos
entregarle lo que más queremos. Abrahán amaba al Señor hasta tal punto que
llegó incluso a pensar en ofrecerle su primogénito, el hijo que amaba más que a
la misma vida.
Los dioses de la región donde vivía Abrahán exigían sacrificios humanos,
especialmente del primogénito. Para Abrahán, siendo un hombre de fe, la
petición de Dios no debió resultarle extraña, sino contradictoria, dado que pedía
la vida del hijo de la promesa. ¿Qué es lo que realmente quiere Dios? Dios quiere
que Abrahán abandone definitivamente los dioses que exigen la muerte de sus
hijos y crea en el Dios que no acepta sacrificios humanos porque es el Dios de
la Vida. La fe y la obediencia en este Dios le permiten a Abrahán ganar su vida
y la de los demás, una vida bendecida y multiplicada.
Sólo unos pocos elegidos pudieron ver a Jesús en todo el esplendor de su gloria.
Y escuchar esas ocho palabras de Dios. Nosotros hemos escuchado también
esas palabras. Y son esas ocho palabras («Éste es mi hijo, el amado, mi
predilecto») las que nos revelan la verdad de Jesús,
Después de escuchar la voz de Dios, los discípulos miran a su alrededor y ven
solo a Jesús, la única luz que permanecerá encendida al bajar del monte y
acercarse a la oscuridad de Jerusalén. ¿Cómo sobrevivir a los momentos de
oscuridad que tenemos en nuestras familias, cómo salir de la oscuridad de un
mundo lleno de injusticia, exclusión y violencia, si no es teniendo a la mano la
luz de Cristo, una luz segura y firme para llegar al amanecer de la Pascua? El
silencio que ordena Jesús a los tres discípulos es una manera de decirles que
todos los acontecimientos terrenos que viven ahora sólo serán perfectamente
comprensibles después de la resurrección. Sólo después contarán todo lo que
han visto y oído. Una Buena Noticia que seguimos anunciando con fe y con
alegría, con nuestras palabras y sobre todo con nuestras vidas.
Así pues, en esta Palabra de hoy, recibimos tres invitaciones. Si las secundamos,
nos harán más sabios, más libres, más luminosos.
La primera invitación va dirigida a Pedro, Santiago y Juan, y viene dirigida a todos
los que con ellos somos discípulos de Jesús: es una invitación a escuchar a
Jesús. La segunda invitación tiene por destinatario a Abraham, y en él a
nosotros, los hijos de Abraham. Se nos estimula a obedecer a Dios. La tercera
invitación, “tomar parte en los trabajos del evangelio”. Irradiar nuestra fe, con
sencillez, con buen ánimo. Si hemos experimentado la gracia, el amor de Dios
que se nos ha hecho presente y comunicado en Jesús, dejemos que esta gracia
se manifieste al exterior. Seamos signos, seamos luz.
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: