A veces, podemos sentir que nos superan los acontecimientos. Es difícil hacer lo que hay que hacer, lo que sabes que tienes que hacer, cuando alrededor todos te dicen que “no seas tonto”, “son otros tiempos”, “eso era antes”…
Pero, si queremos que algo cambie, que nuestra sociedad o nuestra Iglesia sean más parecidas a lo que Jesús quería, más dóciles al Espíritu, necesitamos gente como Job, que fue capaz de mantener su verdad frente a todo. Hay que ir contracorriente, como hizo el mismo Jesús. Eso es preciso, para lograr una nueva vida, porque “el que es de Cristo, es una criatura nueva”, como nos recuerda san Pablo. Enfocar así las desventuras, sufrimientos y carencias significa “vivir en Cristo” y “ser criaturas nuevas”. Ser “criaturas nuevas” significa
no turbarse ante las tribulaciones y sufrimientos, sino andar en plena confianza en Dios.Sólo Él sabe lo que nos conviene.
No siempre lo entendemos, no siempre lo recordamos, o no siempre nos lo creemos. Nuestra fe es pobre, débil, como la de los Discípulos. Se adormece. Somos cobardes. Y se nos olvida que Dios está siempre con nosotros, aunque parezca que duerma, y está al mando del timón. Él guía nuestra barca en medio de tempestades y tormentas, con una presencia escondida y silenciosa. Porque Dios está entre nosotros, en la calma y en la tormenta. Además, quiere que notemos esa presencia, silenciosa, sí, pero eficaz, que nos demos cuenta de que está en la vida de cada uno de nosotros. Porque el Señor no deja de derramar sus gracias. Así nos va llevando de la mano por esta vida, para que podamos llegar a la Vida Eterna.
Eso no evita que haya tormentas.. Entre escándalos y envejecimiento, por lo menos en Europa, muchos creen que la Iglesia está llamada a hundirse, y que le queda poco a esto de “ser de Misa”. Que lo piensen los ateos, los agnósticos, los “extraños”, puede ser normal. Se creen que la Iglesia tiene sólo las capacidades personales de sus miembros. Se les olvida la dimensión sobrenatural, esa que nosotros deberíamos tener siempre presente.
Si nosotros lo pensamos (que la barca de la Iglesia se hunde), como lo pensaban los Discípulos, puede ser signo de poca fe. Porque la barca de la Iglesia no es nuestra, es de Cristo, y es Él el capitán y el timonel. Que en nuestros corazones nos sintamos seguros, porque sabemos que Él es el Hijo de Dios, y que tiene poder sobre las olas y el mar.
Hermano Templario: Nosotros somos parte de la tripulación, y nos lleva con brazo firme el mejor capitán y timonel. Es nuestra responsabilidad estar atentos, seguir las indicaciones y cumplirlas con la mejor disposición de ánimo. No dormirnos, para que no nos lleve la corriente. Que la barca llegue a buen puerto depende en parte de ti. ¿Qué vas a hacer para que así sea?
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: