El Señor se burla de los burlones y concede su gracia
a los humildes
El texto del libro de los Proverbios constituye un auténtico
tesoro de lo que es y significa la Sabiduría de Dios, que va
mucho más allá de la razón y los valores exclusivamente
humanos. El pueblo de Israel toma conciencia de que ayudar
al que lo necesita, evitar el enfrentamiento, experimentar la
envidia incluso por el que parece triunfar mediante la
violencia… responde a la voluntad de un Dios que es Padre y
quiere lo mejor para sus hijos, que solo en Él todo tiene
sentido.
Tendríamos que tomar conciencia de esta Sabiduría del Amor
que Dios nos propone en este mundo, ser capaces de
descubrir, con su gracia y más allá de las apariencias, que
merece la pena empeñar nuestra vida en una Fe que nos
salva a todos los hombres.
Nada hay oculto que no llegue a descubrirse
La parábola de la Lámpara se sitúa tras la del Sembrador y
ambas se refieren al anuncio de la Palabra de Dios por Cristo
y las distintas respuestas y acogidas con que es recibida por
nosotros los hombres. Como bien afirma San Juan en el
prólogo a su Evangelio, la Palabra es la Luz que ilumina al
mundo. Recibirla con verdadera fe implica hacerla arder en el
candelero de mi vida a la vista de todos, pero ocultarla por
miedo o vergüenza es poner en evidencia nuestras
oscuridades, mediocridades, hipocresías…
Por eso es importante descubrir que la Palabra de Dios se
dirige personalmente a cada uno de nosotros y en nuestras
circunstancias concretas y es una Palabra de Salvación, de
felicidad, pero que ciertamente implica una respuesta sincera
y comprometida: la mía, no la de mis contextos familiares o de
conveniencias…
El Señor, que nos conoce y nos quiere, nunca se va a cansar
de llamarnos para integrarnos en su “familia” que es la
Iglesia. Pero es nuestra decisión dejarnos prender por la Luz y
ser lámpara o esconderla y dejar que se apague como a las
vírgenes necias.
¡Pero que hermosa es esta misión de dar luz al mundo! Pero es
una misión que nosotros tenemos. Es hermosa… También es
hermoso conservar la luz que hemos recibido de Jesús.
Custodiarla, conservarla. El cristiano tendría que ser una
persona luminosa, que lleva luz, siempre da luz, una luz que
no es suya, sino que es un regalo de Dios, un regalo de Jesús.
Y nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga
esta luz, su vida no tiene sentido. Es un cristiano solo de
nombre, que no lleva la luz. Una vida sin sentido. Pero yo
quisiera preguntaros ahora: ¿Cómo queréis vivir vosotros?
¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada?
¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis vivir? Pero no se
escucha bien aquí. ¡Lámpara encendida!, ¿eh? Y es
precisamente Dios el que nos da esta luz y nosotros se la
damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Esta es la vocación
cristiana.
(Papa Francisco. Ángelus del 9 de febrero de 2014)
Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/11-7-2022/ Dominicos
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: