¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!
El primer libro de los Reyes, nos presenta en este capítulo 21,
cómo el egoísmo y la envidia son capaces de maquinar, e
incluso, matar, al que no quiere someterse a sus despóticos
caprichos.
Ajab, rey de Israel, se había caracterizado por su crueldad y
por no seguir las indicaciones que Yahvé le daba a través de
los profetas.
En este relato, se encapricha de una huerta que lindaba con
su casa y que Nabot, su propietario, que la había recibido
como herencia de sus padres, se niega a cedérsela ni a
vendérsela, seguramente por lo que suponía como recuerdo y
veneración a sus antecesores.
La actitud de Nabot disgustó a Ajab y al ver Jezabel, su
esposa, mujer despiadada, la situación en la que se
encontraba y el motivo, no dudó en maquinar una argucia
para que, por medio de falsos testimonios, hacer que lapiden
al pobre Nabot hasta la muerte, por intentar mantener y
cuidar el legado que había recibido de sus padres.
El final del relato nos presenta a Ajab que toma posesión de
la huerta, sin haber tenido el más mínimo remordimiento, de
cómo la ha conseguido, lo que demuestra una falta total de
escrúpulos.
Esto nos puede hacer reflexionar de cómo se pueden alcanzar
cosas, sin reparar en los medios empleados para conseguirlo,
situación que, desgraciadamente, se da mucho más de lo que
cabe esperar.
¡Cuántas situaciones de injusticia nos encontramos en la
vida! Vemos como los grandes expolian los medios de vida de
los débiles, sin reparar en los métodos utilizados, asistimos a
la gran deforestación de la selva amazónica, realizada por
grandes compañías que únicamente les importa la “cuenta de
resultados y sus beneficios”, sin tener el más mínimo reparo
en valorar a costa de que lo han conseguido; y en algunas
ocasiones vemos con estupor que actúan como Ajab que, si es
preciso, no les importa eliminar a lo que supone un obstáculo
en sus espurios propósitos.
Muchas veces sólo nos queda otro remedio que agarrarnos a
Dios, como un asidero de salvación y suplicarle como el
salmo nº 5: “Señor escucha mis palabras, atiende a mis
gemidos, haz caso a mis gritos de socorro”.
Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Antonio de Padua,
franciscano nacido en Lisboa, pero que ejerció su ministerio
en Italia, profesor de Teología, que se caracterizó como
predicador contra la usura, el encarcelamiento por deuda y la
defensa de los trabajadores
Al que te pide dale, al que te pide prestado no le rehúyas
La ley de Moisés amparaba el hecho de exigir reparación por
el agravio sufrido, y además, de la misma intensidad que el
agravio que se había infringido. ¡Ojo por ojo, diente por
diente! Pero como nos refiere Mateo en este fragmento, Jesús
se inclina por todo lo contrario. Parece que pretende nadar
contra corriente, haciendo lo contrario de lo que,
humanamente, parece lógico.
Es decir: “al que te agravie, no le hagas frente” y, por si fuera
poco, pretende que “ofrezcamos la otra mejilla, cuando nos
abofetean en una de ellas”; al que pretenda “apropiarse de tu
túnica, que le des también la capa”; al que “te pide, que le
des”, y al que “te pide prestado, que no te inventes excusas”,
parece un “mundo al revés”, pero lo que en realidad pretende,
no es que nos hagamos pasar por tontos, al contrario, que
nuestra actitud esté siempre marcada por la amabilidad y la
comprensión hacia los demás, con esto se consigue que, si las
intenciones del otro no son honradas, con nuestra actitud
hacerlo reflexionar y que aprecie que no actúa
adecuadamente.
Por el contrario, si nuestra respuesta es airada o violenta, lo
único que generaremos será más violencia, y el posible
problema se enquistará y agrandará.
Jesús nos pide que seamos sencillos y que nos opongamos,
por todos los medios, a la violencia. No hay más que ver las
noticias o leer la prensa para darnos cuenta de la cantidad de
injusticias y violencias que dominan el mundo, y así la
convivencia pacífica resultará imposible, y solo se conseguirá
que el egoísmo, la incomprensión y, por tanto, la maldad sean
los que gestionen nuestras vidas.
¿Intentamos valorar si nuestros métodos son a costa del abuso
hacia los demás?
¿El fin justifica los medios?
¿Seguimos la recomendación de Jesús de ser Mansos y
Humildes como Él?
Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/13-6-2022/ Dominicos
"Es que tú has sido elevada al Cielo, esto es todo lo que se te ha revelado, y
que tú traes grandes escritos, y descubres nuevas formas de canción..."
escribió Master Odo de París a Hildegard von Bingen en 1148. Entonces,
como ahora, ella es admirada por explorar sin temor el cosmos con su
visión, por crear una teología femenina en movimiento con no menor
sostén en la bienaventuranza de la Divinidad.
Hildegard Von Bingen nació en Bemersheim (Alemania) en el valle del
Rihn, el año 1098 y en el seno de una familia noble alemana. Fue la menor
de diez hijos, estando así, destinada a la Iglesia.
Desde muy niña, Hildegard manifestó un carácter enfermizo e imaginativo,
así como visiones, que más tarde la propia Iglesia confirmaría como
inspiradas por Dios. Estos episodios, descritos como una gran luz que la
rodeaba, la dejaban muy mal e incluso la cegaban temporalmente.
Sus padres preocupados decidieron entregarla totalmente al convento
benedictino de Disibodenberg, que se encontraba bajo las órdenes de
Jutta, quien se encargó personalmente de la educación de Hildegard. Así,
tuvo un profundo aprendizaje en latín, griego, liturgia, música, oración y
ciencias naturales y, además una disciplina ascética. A los dieciocho años,
Hildegard toma los hábitos benedictinos. Solía decir que «se alimentaba de
la Biblia» y que la música le era dictada durante sus visiones.
En 1136, Jutta murió e Hildegard —a pesar de ser muy joven— asumió la
dirección del convento. A la edad de cuarenta y dos años le sobrevino el
despertar religioso, el episodio de visiones más fuerte, durante el cual
recibió la misión de predicar sus visiones y la comprensión religiosa que le
había sido otorgada.
A partir de ahí Hildegard escribe sus experiencias. De los nueve libros que
escribió, se destacan Scivias, de corte místico-, Liber Vitae Meritorum,
sobre ética, y Operatione Dei, sobre teología. Otro de sus libros, el Liber
Simplicis Medicinae es importantísimo para la medicina, pues en él se hace
un acercamiento a la ciencia de curar desde la perspectiva holística,
incluyendo conocimientos de botánica y de biología. De la misma forma, el
Liber Compositae Medicinae trata sobre las enfermedades, pero desde el
punto de vista teórico explicando sus causas y síntomas.
Hildegard no sólo se dedicó a escribir, sino que además compuso música
gregoriana y escribió setenta y siete canciones aproximadamente, y una
ópera Ordo Virtutum, por la cual se ha dicho que la compositora fue más
allá de las normas de la música medieval otorgándole un nuevo lenguaje.
Por esta época, un comité de teólogos del Vaticano legitimó sus visiones y
sus mensajes, que para muchos eran predicciones del futuro, aunque ella
lo negara y dijera que más bien era una proyección del presente. Tal fue su
reconocimiento, que llegó a ser conocida como la Sibila del Rihn. En este
momento, la gente la buscaba para escuchar sus palabras de sabiduría,
para curarse o para que los guiara.
En cuanto a su relación con la Iglesia, no siempre fue cordial, pues
Hildegard atacó seriamente las costumbres de ésta y la denunció por
corrupta y por no seguir los preceptos de compasión realmente. Además la
desafiaba constantemente y, en una época en que no había duda de la
culpabilidad de Eva, ella se limitó a decir que Eva no había cometido falta,
sino que era una víctima engañada por Satán, quien le envidiaba su
capacidad de dar vida. Por si fuera poco, se atrevió a visualizar el acto
sexual como una unión espiritual que iba más allá de la procreación.
La relación con la Iglesia alcanzó su crisis cuando Hildegard y las monjas
del convento Rupertsburgo que ella había fundado (se llama así por un
santo del que ella escribió la biografía) dieron sepultura en el cementerio
de su convento a un joven revolucionario, que había sido excomulgado por
el arzobispo. Así, según la Iglesia, el joven no merecía santa sepultura,
pero Hildegard insistía en que él se había arrepentido. Se negó a
desenterrarlo e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del
enterramiento, para que nadie pudiera buscarlo.
Este problema le acarreó a Hildegard y a todas las monjas a su cargo la
prohibición de hacer música. Ella, muy molesta, le escribió al arzobispo
una carta bastante dura en la que se lamentaba de la «pérdida» que esto
significaba para todo el Rihn y además amonestaba a la autoridad
eclesiástica.
La Iglesia decidió perdonarla y pocos años después esta polifacética y
mística mujer murió habiendo superado los 90 años de vida. Cuenta la
tradición que a la hora de la muerte aparecieron dos arcos muy brillantes
y de diferentes colores en el cielo. Hubo varias tentativas de canonizarla, y
aunque esto nunca se llegó a dar, popularmente se la conoce como santa e
incluso el papa Juan Pablo II la reconoció como «una mujer santa».
María Eugenia Góngora de la Universidad de Chile hace una presentación
a cerca de la figura de Sapientia, la Sabiduría, tal como ella aparece en el
himno "O virtus sapientiae".
A partir de este himno, muestra la importancia de esta figura femenina, de
esta "virtud", en el pensamiento de Hildegard, relacionando su himno con
los principales textos bíblicos que están en su tradición, así como en otros
lugares de la obra de Hildegard en esta figura de la Sapientia.
En primer lugar, el poema, en nuestra traducción:
"Oh potencia de la Sabiduría,
que girando giraste
abrazándolo todo
en una sola órbita que tiene vida
y que tiene tres alas,
de las cuales una vuela en lo alto
y la otra desde la tierra mana
y la tercera vuela por doquier.
Que haya alabanza para ti,
como corresponde, oh Sabiduría!"
La virtud o potencia de la Sabiduría es digna de alabanza, como leemos en
los dos últimos versos del himno, y aparece así con algún grado de
personificación: esta potencia aparece realizando una acción muy
compleja, abarcando el mundo: "girando giraste, abrazando todo en una
sola órbita que tiene vida", Vemos en el texto que esta acción la realiza
gracias al alcance triple de sus alas que vuelan arriba, abajo en la tierra, y
en todo lugar.
Los dos textos bíblicos indispensables para comprender este himno son,
sin duda, el libro de los Proverbios, capítulo octavo, y el libro del
Eclesiástico, capítulo vigésimo cuarto.
La imagen de la Sabiduría anterior a toda creación, girando por la órbita o
círculo que representa al mundo (y también para Hildegard, la divinidad
en su plenitud), está presente el Libro de los Proverbios, cuando la
Sabiduría dice de sí misma que ella juega por el orbe de la tierra
(Prov.8,31). Asimismo, vemos que, en Eclesiásticos, la Sabiduría "en la
Asamblea del Altísimo abre su boca" y dice "Sola recorrí la redondez del
cielo y por la hondura del abismo pasé" (Eccl. 24, 2y5).
Estas últimas imágenes son, a mi modo de ver, aquellas que están más
presentes en el himno de Hidegard que ahora comentamos. Aquí Sapientia
está actuando en soledad. Al mismo tiempo, en una probable dimensión
trinitaria de su acción, se mueve con tres alas que operan en lo alto, en la
tierra y en todo lugar. Esta misma dimensión trinitaria de la sabiduría se
puede percibir también en el texto ya mencionado del Aclesiástico.
Allí la Sabiduría dice: "Yo levanté mi tienda en las alturas y mi trono era
una columna de nube" (24,4), imagen que recuerda la nube del desierto
señalando la presencia de Yahveh, como en el Libro del Éxodo, cap. 13,
21-22).
Luego en el versículo 24, 8 del Eclesiástico, la Sabiduría recibe una orden
del creador del universo y afirma; "el que me creó dio reposo a mi tienda y
me dijo: pon tu tienda en Jocob, entra en la heredad de Israel". Los
versículos siguientes aluden al enraizamiento de la Sabiduría, como un
árbol en la tierra de Sión, y sin duda puede interpretarse esta imagen,
desde la perspectiva cristiana, como la encarnación de Cristo nacido como
hombre en la heredad de Israel. Finalmente, leemos los versículos en los
que la sabiduría habla de sus dones y su riqueza, diciendo "como la vid he
hecho germinar la gracia y mis flores son frutos de gloria y de riqueza"
pueden relacionarse con el Espíritu Santo que proporciona sus dones a
todos.
Considerando de nuevo el himno de Hildegard que comentamos, es posible
visualizar una Sabiduría que es al mismo tiempo una virtud, una potencia
y una manifestación de la trinidad: podemos pensar que esta Sapientia
está muy cercana, concretamente en este himno, a la Scientia Dei, la
sabiduría, propiamente divina que está presente en toda la creación,
abarcándolo todo, girando en su órbita divina.
En su obra más conocida, Scivias III, 4, Hildegard describe una de sus
visiones en las que frente a la Palabra de Dios (un pilar de tres lados
coronados por una radiante paloma) aparece la figura femenina de la
Scientia Dei que se dirige alternativamente a la columna y a los hombres
para que ellos recuerden a su creador.
A diferencia del himno “O virtus sapientiae”, con su caracterización
relativamente abstracta de la sabiduría, la figura de la Scientia Dei que
aparece en Scivias, es una mujer de rostro tan radiante que deslumbra a
los que quisieran contemplarla. Ella es terrible como el rayo de la
tempestad y suave en su bondad como la luz del sol. Así, en su aspecto
terrible y suave a la vez, es incomplensible para los mortales.
Un poco más adelante, en Scivias III.9.25, Hildegard ve una imagen de
Sapientia que, así como la Scientia Dei recién mencionada, es una figura
femenina que representa la actividad divina en la Iglesia y en el Cosmos.
Esta mujer está vestida con una túnica de oro, lleva una estola y una
corona enjoyada que proclama su realeza, y está de pie sobre una
plataforma sostenida sobre siete pilares, la imagen tradicional de la Casa
de la Sabiduría presente en el Libro de los Proverbios 9, 1. En este texto de
Scivias, Sapientia es la creadora del mundo y lo gobierna, como leemos
también en Proverbios 8, 15-16:
“Por mí los reyes, reinan / y los magistrados administran la justicia”
“Por mí los príncipes gobiernan / y los magnates, todos los jueces justos ”.
Pero vemos además que, así como la Sabiduría es buscada y amada por el
rey Salomón como una esposa, y como en el mismo libro se nos dice que el
Señor de todas las cosas la amó (Sabiduría 8, 2-3), así también Hildegard
la ve como una esposa real: “ella es la manifestación de la gran belleza que
irradia en Dios (...) y está unida con El en un tiernísimo abrazo, en una
danza de fulgurante amor”. El texto de proverbios 8, 30-31, está
claramente interpretado por Hildegard en un sentido amoroso. En el
capítulo 8 de Proverbios, la Sabiduría dice haber sido creada antes que el
mundo: “desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la
tierra, (8,22-23) y también “cuando (Yahveh) asentó los cimientos de la
tierra, yo estaba allí como arquitecto y era yo todo los días su delicia,
jugando en su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de su tierra; y
mis delicias están con los hijos de los hombres” (prov. 8, 29-31)
Por otra parte, en otra de Hildegard, el Libro de los Méritos de la Vida
(Liber Vitae Meritorum), Sapientia es concebida como una mujer amada en
el abrazo de Dios (LVM 1, 46).
En tanto esposa de Dios, Sapientia es muy cercana a Caritas, al amor,
quien en el mismo Liber Vitae Meritorum declara “Yo soy la esposa amante
en el trono de Dios, y él no esconde nada de mí. Yo mantengo el lecho real
y todo lo que le pertenece a Dios me pertenece también a mí” (LVM III, 8).
Al revisar el himno “Caritas habundat” podemos establecer las relaciones
entre Sabiduría y Caridad, Sapientia y Caritas, como lo plantea Barbara
Newman en su obra “Sister of Wisdom” (p. 50), estas dos son vistas como
virtudes en una primera etapa, pero en cuanto son convocadas como
visiones, Sapientia y Caritas (así como Ecclesia y Sinagoga o Eva y María)
aparecen como figuras femeninas grandiosas en sus estatuto; Sapientia/
Caritas es la esposa de Dios, equivalente a la Virgen María, que en la
concepción de Hidelgard fue prevista desde antes de la creación como
Madre de Cristo, como la mujer que atraería el amor de Dios hacia ella en
vistas al acontecimiento más importante de la Historia, es decir, la
creación, en cierto sentido.
Quisiera terminar esta presentación con dos citas de textos bíblicos que
ponen de manifiesto la importancia de la Sabiduría y que pueden ser
asimilados también a la figura de María. En primer lugar, el Libro de la
Sabiduría: “(La Sabiduría) es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin
mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad” (Sap. 7, 26).
Por último, quisiera retomar el libro de Eclesiásticos que hemos
mencionado a propósito del himno de Hildegard “O virtus Sapientiae”. En
el capítulo 24, versículo 18, encontramos unas palabras de la Sabiduría
que luego han sido aplicadas a María en cuanto madre de Cristo:
“Yo soy la madre del Amor hermoso, del temor, del conocimiento y de la
santa esperanza”.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: