Todo lo bueno viene del Señor
Hoy la liturgia nos presenta un fragmento del bello Libro de
los Proverbios. Y os recomiendo que lo leáis con mucha
atención, varias veces si es necesario, porque os aseguro que
sus palabras parecen escritas para nuestros días: sensatez,
sabiduría, prudencia, rectitud... En el mundo que nos ha
tocado vivir estamos faltos de esos valores, de esas
propuestas que salen de los labios de Dios, porque Él es todas
esas cosas.
En nuestro día a día vivimos multitud de situaciones que nos
alteran, nos enfadan, nos ponen nerviosos, nos hacen tomar
decisiones erróneas... En definitiva: sacan nuestro “peor yo”
Si viviéramos en clave espiritual todo sería más sencillo, más
fácil para nosotros y para los que nos rodean. Dios es nuestro
escudo, el que nos marca el camino, quien nos guía por las
sendas de la justicia. Si de verdad creemos esto seremos
capaces de transformar el mundo, seremos esa sal de la tierra
de la que nos habló Jesús. Nunca debemos perder de vista
que Dios es padre y como tal siempre está dispuesto a
llevarnos de su mano, basta con que nosotros queramos.
Recordar la parábola del hijo pródigo, como ese padre
recondujo la vida de su hijo a pesar de sus errores ¿No hará
lo mismo con nosotros nuestro Padre del cielo?
Herederos de la vida eterna
”El que por mi deja casa, hermanos o hermanas, padre o
madre... tendrá la vida eterna” San Pedro le hace una
pregunta al Maestro llena de toda lógica desde el punto de
vista humano, pregunta por el futuro que les aguarda, ellos
que han dejado todo por el Maestro, piensa, tendrán su
recompensa. Y Jesús lejos de enfadarse les anuncia lo que les
espera: recibir cien veces más de lo que dieron y heredar la
vida eterna ¡Esa es la generosidad de Dios para el que le es
fiel.
Muchas veces pensamos ¿de qué me sirve cumplir con Dios,
servir a la Iglesia, trabajar por la Palabra? Realmente no
vemos el fruto de nuestro trabajo, el mundo nos ciega,
miramos a nuestro alrededor y vemos gente que,
aparentemente, es feliz sin comprometerse con nada,
mientras que nosotros intentamos dar servicio en nombre de
Jesús, dar testimonio de su mensaje ¿Y para qué? Como
siempre Cristo nos da la respuesta: para heredar la vida
eterna.
Somos humanos y como tales pensamos, razonamos, pero
debemos confiar en Dios como los Apóstoles lo hicieron en
Jesús, sin preguntar, con una confianza ciega. Dios sabrá
pagarnos como el dueño de la vid hizo con sus trabajadores.
Confianza, seguridad, amor son las claves para vivir según el
Evangelio. Como San Pedro querremos saber y como él
recibiremos la respuesta precisa. Todo trabajo, todo afán en
nombre de Dios tendrá su recompensa.
Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/11-7-2022/ Dominicos
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: