En la época del Antiguo Testamento, como en la época de Jesús, las viudas
figuraban, junto con los huérfanos y los extranjeros, como las personas más
desasistidas de la sociedad. El estado de viudez era un estado de desvalimiento. La Biblia no es un libro de historia al uso. En ella se nos narran
historias como las que hoy hemos escuchado en primer y en último lugar. Las
protagonistas son dos viudas.
Y hoy los textos nos muestran también una ley, no de la naturaleza, sino de la
relación de Dios con los hombres. Dad y se os dará -decía Jesús-. Es
decir: dad y Dios os dará. El episodio de Elías y la viuda de Sarepta es una
ilustración de aquella máxima de Jesús. Esta viuda era una pagana, que no
adoraba al Dios de Israel, sólo lo conocía como “el dios de Elías”. Y, sin
embargo, se comporta como una verdadera israelita, practicando la ley de la
hospitalidad. Pertenecía, sin saberlo, al «pueblo humilde y pobre que confía en
el nombre del Señor» (Sof 3,12); era capaz de encarnar el ideal del creyente
piadoso, al que se proclama “bienaventurado” en los salmos: “¡Feliz quien se
refugia en el Señor… Nada les falta a los que lo respetan… Los ricos se
empobrecen y pasan hambre; los que buscan al Señor no carecen de bienes”
(Sal 34,9-11).
El evangelio de hoy es una pedagogía de la mirada. Jesús invita a mirar de otro
modo, no como todos ven las cosas. En las primeras líneas, vemos una crítica
a la vanidad y ostentación de los escribas, personas a las que les gustaba que
se les prestara una atención especial, exagerada, incluso. Para la gente
sencilla, el modo de dar culto a Dios era “darle culto” a ellos. Hasta ese
extremo habían llegado las cosas. Jesús critica ese deseo de sobresalir, de
llamar la atención. Y no solo eso, sino que, además, en vez de proteger a los
más desfavorecidos – las viudas – se dedicaban a explotarlas, aprovechándose
de ellas, y dejándolas sin nada. Con el pretexto de largos rezos… Por su culpa,
seguramente, muchas personas se alejarían de la fe, cansados y arruinados.
Después, en el episodio de la viuda, un hecho a primera vista menudo,
irrelevante, Jesús nos enseña a ver todo el significado de que es portador. Es
un gesto de desasimiento radical y de radical abandono en las manos de Dios.
¿Por qué es importante este gesto de la viuda? Es verdad que muchos ricos
echaban, hablando en términos absolutos, muchísimo más que aquella pobre
viuda; pero Jesús pone de relieve que echaban de lo que les sobraba. En
cambio, la viuda echó todo lo que tenía. Sí, para las arcas del templo y para
una mirada común, aquello era un donativo desdeñable. Pero para la mirada de
Jesús, que cala más hondo, el gesto de la mujer había sido admirable. Y se lo
hizo notar a los discípulos. Así es como mide Dios, que ve en lo profundo y no
se deja engañar por las apariencias. Ese Dios que lleva cuenta hasta del vaso
de agua que se da a uno de los pequeños por ser discípulo de Jesús.
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: