“Estamos dispuestos a morir antes de quebrantar la ley de
nuestros padres”, leemos en la primera lectura de este
Domingo, extraída del Libro de los Macabeos. Es toda una
proclamación de una fe radical en un Dios que nos ha
creado para vida y nos llama a la vida, la Vida Eterna. Pero
es también un compromiso personal con esa fe en la
Resurrección que proclamamos en nuestro Credo.
El creyente, y los Templarios lo sabemos bien, tiene
que obedecer a Dios antes que a los hombres, porque nos
pueden arrancar la vida temporal, nos pueden perseguir,
nos pueden calumniar…pero al final quien nos espera es
Dios nuestro Padre que se fundirá con nosotros en un
abrazo de amor infinito, la Vida que no acaba. Como
cantamos tantas veces “la muerte no es el final del camino”
porque nuestro Dios en un Dios de vivos y no de muertos,
es el Dios de la Vida, que en Cristo Jesus Resucitado nos ha
regalado la Vida Eterna.
La vida del cristiano, como la de todos los hombres,
esta llena de contrariedades, preocupaciones, miserias,
tristezas, luchas…pero el amor que Dios nos tiene y nos ha
manifestado en su Hijo es “un consuelo permanente y una
gran esperanza” (2ª lectura de hoy). Por eso, ese Dios que
es fiel, es el que nos llena de su fuerza para vencer en las
dificultades con nuestra esperanza puesta en Cristo el
Señor.
Con el salmista, y llenos de alegría, sabemos que nos
saciaremos del semblante de Dios, que lo veremos tal cual
es, al despertar de este mundo lleno de ilusiones nos
espera la gran realidad de nuestro Dios que nos
deslumbrará con su amor infinito.
El hombre se resiste a morir. De una manera u otra
queremos perpetuar nuestro recuerdo, que no se olvide
nuestro apellido, nuestra profesión, nuestra obra, nuestra
fundación… Ponemos placas, damos nombres a calles y
plazas, otorgamos premios… pero si después de esta vida
se acabase todo entonces el hombre sería un ser para la
nada. San Pablo viene en nuestra ayuda y nos recuerda “Si
Cristo no ha resucitado, nuestra fe no tiene sentido”. Si con
esta vida se acabase todo, seriamos “nada” y Dios habría
fracasado en su proyecto. Pero no, “Cristo resucitó el
primero de todos” y por eso nuestra vida tiene todo el
sentido, porque “esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro”, porque “si estamos unidos a
Cristo en una muerte como la suya, también lo estaremos
en una resurrección como la suya”.
Hermano Templario: Las esperanza en nuestra
resurrección tiene que hacernos hombres nuevos en un
mundo secularizado. Nuestra conducta, nuestro testimonio
de amor a los hermanos, empezando por los que tenemos
más cerca en nuestra Encomienda, en nuestra Orden; el
vivir las bienaventuranzas; el servir al más necesitado y
proteger al desvalido, en definitiva el vivir el espíritu de las
bienaventuranzas, nos hará ir abriéndonos paso en un
mundo que quiere vivir al margen de Dios y que por eso no
tiene ilusión y vive en el fatalismo y la increencia. Es
nuestra fe en la Vida Eterna, lo que precisamente da
sentido a nuestra vida terrena, por eso “nosotros hemos
pasado de la muerte a la vida y lo sabemos porque amamos
a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte”
Vivamos pues confiados, con alegría, muriendo cada
día al hombre viejo, y recordando nuestra noche de vela de
armas, tomemos conciencia de que hemos sido despojados
de las viejas vestiduras para ser revestidos de eternidad.
Y recordemos de una manera especial en este mes a
todos nuestros difuntos, (familiares, amigos, hermanos
templarios…) viviendo la esperanza que desde el Cielo y
contemplando a nuestro Dios cara a cara, piden e
interceden por nosotros.
Que el Señor te bendiga en esta semana a ti, a los
tuyos, tu trabajo y la llamada que El un día te hizo al
Temple.
NNDNN
+Fr. Juan Antonio Sanesteban Díaz. Pbro.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: