Hoy se nos presenta para la reflexión el Cuerpo y Sangre de Cristo. Celebramos
hoy un misterio de la fe: la gran fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Sólo se
puede comprender cuando conocemos la vida de Jesús. Porque su vida fue una
continua entrega de sí. Y la muerte fue la entrega de sí llevada hasta el final,
hasta el extremo: nadie ama tanto como el que da la vida por los amigos. Toda
esa vida y toda esa muerte están condensadas en cada una de nuestras
celebraciones eucarísticas..
El relato del Éxodo nos recuerda la Alianza del Antiguo Testamento, que
comenzó el largo camino hasta la Alianza Nueva del mismo Jesucristo. Se ve
que Dios lo tenía todo previsto, desde el comienzo hasta el final de los tiempos..
En esa lectura, el pueblo de Israel hasta dos veces promete cumplir todo lo que
Moisés les presenta. Para hacer más patente ese acuerdo, se ponen por escrito
esas palabras. Las Tablas de la Ley. Las reglas de vida del pueblo elegido.
Sabemos, por las Sagradas Escrituras, que pronto se apartaron de ellas. Se
entregaron a otros dioses, y rompieron con su Dios, y sufrieron múltiples
penalidades. Y Dios, por lo visto, lo permitía..
¿Cuál era el plan de Dios? Según los profetas, sobre todo Jeremías, (Jer 31, 33)
Dios promete hacer una Nueva Alianza, que no sería necesario escribir ya en
piedra, porque estaría impresa en el corazón de cada hombre. De esta manera,
no serían necesarias normas externas, porque todo saldría del corazón.
Interiorizar el mensaje, se dice ahora. Sin prisa, pero sin pausa. Día a día, año a
año..
Nosotros hemos hecho también un pacto con el Señor. Mejor, él lo ha hecho
con nosotros. Nos ha elegido y sólo nos pide que seamos fieles, como Él es fiel.
Que seamos santos, como Él es santo. Y, como el pueblo de Israel, también
faltamos a ese pacto con relativa frecuencia. Menos mal que Dios sí es fiel,
guarda siempre su alianza. Nos ofrece una nueva vida, como la que recibieron
los hebreos, después de la salida de Egipto, para vivir según Dios. Y nos ha
dado la máxima señal de este amor: a su propio hijo..
La segunda lectura es el recordatorio de que ya no hace falta la sangre de los
animales, porque, para el perdón de los pecados, disfrutamos de la sangre del
mismo hijo de Dios, Jesucristo, que se nos ofrece cada vez que participamos de
la Santa Misa. En ese sacrificio incruento, podemos recibir el perdón de
nuestros pecados y siempre es posible renovar la alianza con nuestro Dios.
Recuperamos la unión que, por nuestros pecados y debilidades, perdemos a
menudo. Y lo hacemos “simplemente” con el arrepentimiento y el deseo de
seguir adelante..
La Eucaristía, pues, es nuestra posibilidad de recuperar la alegría. Y,
revitalizados, debe llevarnos a la misión. El Señor, antes de marchar al cielo,
nos dijo “Id”. Desde entonces, los cristianos, hemos aprendido la siguiente
lección: no nos podemos detener. El Señor nos aguarda en el horizonte; nos
espera en el compromiso activo y sin límites en pro de un mundo mejor.
Debemos compartir con los demás nuestra felicidad, al estilo de Jesús.
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Hermano templario: ¿Es la Eucaristía el centro de tu vida espiritual? ¿Cómo la
vives? ¿Cómo la valoras? ¿tienes ratos en tu vida para estar a solas con el Señor
en su presencia Eucarística en el Sagrario?
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: