Cuando nos acercamos a un texto bíblico (por ejemplo la Pasión del Señor), tenemos que
hacerlo sabiendo que es Palabra Viva que Dios nos dirige hoy. Y que ha de ayudarnos a
cuestionar, reflexionar, interpretar nuestra realidad personal y social. Leerlos sólo como
información histórica es insuficiente. Porque los evangelistas quisieron recoger sus
vivencias, reflexiones y sentimientos sobre aquellos hechos, y nos los transmitieron para
que nosotros los «actualicemos». El Señor sigue hoy siendo «apresado», «juzgado»,
despreciado, condenado, insultado, ayudado, defendido...etc. Su Pasión, su Pascua,
ocurren hoy, son actuales...con los mismos personajes, si bien, con distintos «actores».
Por eso os invito a que nos traslademos mentalmente, personalmente (tal como estemos
ahora), a Jerusalem en aquellos días. Vamos a dar un salto en el tiempo hasta los últimos
momentos de la vida de Jesús, y a «meternos» en los hechos, a ser de algún modo
protagonistas junto con los discípulos, la gente, las autoridades, etc, tratando de
implicarnos, de ocupar «nuestro sitio» en el relato.
Y si tuviéramos que repartirnos los «papeles» de la Pasión entre nosotros? ¿Cuál podría
ser mi sitio? ¿Qué personajes se parecen más a mí, encajan mejor conmigo (puede que
más de uno)? Repasemos algunos de ellos:
♠ Si llevas en tu corazón secretos inconfesables, y los escondes para que nadie se
entere; si estás en el grupo de Jesús, pero no te has identificado realmente con él y con su
causa, no te has hecho de verdad «discípulo», posiblemente hay un Judas “amigo”,
comiendo del mismo plato en su mesa, pero al final acabarás entregándolo.
♠ Si notas que el dinero ha ocupado tu corazón, y te ha hecho romper relaciones
familiares o personales, si andas calculando favores y deudas, y procuras sobre todo tu
ganancia/beneficio, si tienes otros intereses que se anteponen a los intereses del Reino, y
quitas de en medio al Señor cuando te estorba o ya no te interesa... puedes sospechar que
dentro de ti hay un Judas.
♠ Si has dicho de palabra que darías tu vida por Cristo y por el Evangelio, si te
consideras más fuerte y fiel que los demás ("aunque todos fallen, yo no fallaré"), si crees
que lo tienes todo claro y se te va la fuerza por la boca... no dudes que dentro de ti hay
un Pedro autosuficiente.
♠ Si sabes de alguien hundido en su tristeza y desesperanza, orando al Padre con
angustia, buscando una salida, queriendo saber cuál es su voluntad ("¿Con que no
habéis podido estar en vela conmigo ni siquiera una hora?"). Si tú mismo no eres fiel
en la oración para enfrentarte a tus tentaciones, tal como te advirtió el Señor ("Velad y
orad, para que podáis hacer frente a la tentación")... ten por seguro que eres uno de los
discípulos que aquella noche se durmieron o huyeron.
♠ Si te ocurre que alguien te pregunta por tu identidad cristiana, por tus creencias, por
tus opciones... y prefieres esconderte en el anonimato, poner excusas y no dar cara para
evitarte complicaciones («¡No conozco a ese hombre!»), la cosa está clara, ¡te pareces
mucho a Pedro!
♠ Si te encuentras ante una injusticia, o debieras defender al débil, al descartado, al
humillado en sus derechos y prefieres mirar para otro lado; si alguien «cae» en tus manos
y tienes ocasión de hacerle algún tipo de daño, burlarte, ponerle en aprietos, acusarle
falsamente o sin pruebas... y te sientes con el derecho de juzgar y condenar... te vendría
muy bien el puesto de Anás y Caifás o Pilato.
♠ Si te sientes más cómodo con la religión de las normas, de las obligaciones, de las
prohibiciones, de los ritos y cumplimientos... en vez del Evangelio del amor; si te preocupa
más la piedad y la perfección personal, que el bien de las personas, o la ayuda a quien
está perdido o sin salidas en su vida... Si eres capaz de acusar y atacar y despreciar a
alguien porque no piensa como tú, serías un estupendo Anás o Caifás.
♠ Si te cruzas con alguien sufre y camina cargando la cruz de su pobreza, de su
marginación, de su dolor... y tú, aunque estás cansado y tienes ganas de llegar a casa y
descansar, te das la vuelta y le prestas cualquier tipo de ayuda o alivio..., felicidades,
porque el papel del Cireneo es el tuyo.
♠ Si encuentras tiempo para acercarte a la cama del enfermo que suda y sufre, para
acompañar al anciano solitario o desmemoriado, si sabes acariciar y limpiar el rostro
deteriorado por el dolor y la marginación y enjugar las lágrimas... aunque no te dejen o no
puedas hacer nada más... eres como "aquellas mujeres que habían seguido a Jesús
desde Galilea para asistirlo"... Como la Verónica, o la Magdalena o la Madre de Jesús.
♠ Si eres capaz de reconocer tus propias culpas, que en tu vida has andado
desnortado, que has eludido la justicia, que te has aprovechado de lo que no era tuyo, y
pides humildemente perdón.... podrías ocupar el lugar del «buen ladrón».
♠ Si al mirar el rostro manchado de la Iglesia, sus errores y escándalos, sus
incoherencias y pecados, aún eres capaz de reconocer en ella el rostro de Jesús y
adorarlo... eres como el Centurión ante el cuerpo destrozado del Señor.
♠ Si te enteras de alguna persona o familia que lo está pasando mal, y te haces cargo
de sus necesidades, anónima y calladamente, si pagas alguna de sus facturas, si les
echas una mano como sea, si hablas con alguien para aliviar su situación, aunque nadie te
lo agradezca.... habremos encontrado a José de Arimatea.
Podría ser éste un buen modo de hacer tu oración en estos días. Puedes hacerlo
antes o después de asistir a la celebración, siguiendo la versión de la Pasión de San
Mateo. Lo importante es que no pasemos estos días como «espectadores pasivos» de
acontecimientos de hace mil años, como si todo aquello fuera «historia» pasada. Que nos
dé mucha pena lo que le pasó al Señor Jesús... y nos olvidemos que él continúa su Pasión
hoy en el pellejo de tantas víctimas...
Ojalá que nos sintamos «llamados» a parecernos más al Cireneo, al Centurión, a María, al
discípulo amado....
Que así sea. Que vivas una Santa Semana Santa y que el Espíritu del Señor haga
resucitar algo de tu vida.
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: