Hoy se nos invita a meditar sobre el amor y la elección. Fieles y alegres en por
haber sido elegidos para ser apóstoles en nuestro mundo.
Esta semana es Pedro el que debe tomar una decisión muy importante. Decidir
es siempre dejar una cosa y elegir otra. Pedro tomó la decisión correcta. Por
encima de sus convicciones, cayó en la cuenta de que, a los ojos de Dios, no
hay alimentos puros o impuros, no hay personas dignas e indignas; para Él
todo es puro, todos son dignos, porque son sus hijos.
Quizá lo que hizo Pedro fue lo que pide el apóstol Juan en la segunda lectura.
Mirar a todos con amor, aceptarlos y amarlos. Nada nuevo. Nada original.
Nuestro mundo siempre quiere nuevas ideas. Cada día, la publicidad se
esfuerza por encontrar nuevas maneras de vender nuevos productos para la
gente nueva del nuevo siglo. No nos basta lo de ayer. A nuestro alrededor,
vemos como todos quieren cambiar lo que ayer era lo último de lo último.
Ordenadores, coches, teléfonos móviles, programas de ordenador…
Lo que Jesús proclamó, lo que Juan, Pedro y tantos otros anunciaron,
entonces, puede no ser original, pero sí fue original la forma de anunciarlo.
Llevando ese amor hasta la entrega en la cruz Cristo, hasta el martirio los
apóstoles, por amor. Siguiendo la voluntad del Padre, siempre. Respondiendo
a lo que Dios quiere de nosotros, para ser felices. Porque si aceptamos esa
misión, nos convertimos en “otros Cristos” y, a través de nosotros, es Él el que
sana, ama, consuela y llena de paz. Unidos a Él, como el sarmiento a la vid,
portadores de alegría y de paz.
Lo que Jesús proclamó, lo que Juan, Pedro y tantos otros anunciaron,
entonces, puede no ser original, pero sí fue original la forma de anunciarlo.
Llevando ese amor hasta la entrega en la cruz Cristo, hasta el martirio los
apóstoles, por amor. Siguiendo la voluntad del Padre, siempre. Respondiendo
a lo que Dios quiere de nosotros, para ser felices. Porque si aceptamos esa
misión, nos convertimos en “otros Cristos” y, a través de nosotros, es Él el que
sana, ama, consuela y llena de paz. Unidos a Él, como el sarmiento a la vid,
portadores de alegría y de paz.
Solo si en nuestros grupos se practica la escucha, el perdón, la acogida, la
tolerancia, podremos anunciar al mundo entero la Buena Nueva de Cristo.
“Quien no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1
Jn 4,20). Y todo eso deriva de la experiencia de amistad con Cristo. Que sea
nuestro confidente, que sintamos su apoyo y que nos mueva a amar,
testimoniar y entregarnos a Él más y más cada día.
Hermano templario: ¿Cómo ves al otro? ¿Cómo un hermano hijo del mismo
Dios o como alguien ajeno? ¿sabes disculpar antes que condenar? ¿transmites
con tu vida la paz que Dios te quiere dar?
.
NNDNN
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: