Los discípulos a quienes habla Jesús no son gente perfecta. Los evangelios nos describen
sin pudor su cobardía, su poca capacidad de comprender el mensaje de Jesús, sus rencillas
personales, sus intereses poco purificados, y otros fallos. Pero a Jesús no le importó a la
hora de elegirlos y enviarlos como misioneros suyos. Lo que les pide solamente es que
«convivan con él», «conozcan su mensaje» y «procuren dar su testimonio personal».
Los discípulos y mensajeros que acogemos en nuestra vida a menudo no tendrán la solución
para nuestros problemas concretos, pero representan nuestro deseo de «contar con Dios»
en nuestra vida, en lo que nos pasa. Es bueno y conveniente que tengan en nuestro corazón
una «habitación» preparada para acogerlos. Y así escuchar su palabra evangélica, y contar
sinceramente con su ayuda para discernir la voluntad de Dios. Jesús se identificó tanto con
sus mensajeros , que dice que quien los acoge, le acoge realmente a él. Aun con todas sus
limitaciones y condicionantes e imperfecciones. De lo que se trata es de evitar el riesgo de
acomodarnos y conformarnos en nuestra vida de fe.
San Pablo nos ha invitado hoy a todos los bautizados a una «vida nueva» y a «vivir para
Dios». El que antepone sus intereses familiares, sus proyectos personales, sus criterios, sus
intereses, a los de Dios y su Reino.., no es digno de él, ¡pierde su vida sin remedio!
Hermano Templario: A la luz de este Evangelio ¿siento la necesidad de agradecer a tantas
personas a lo largo de mi vida, que me han abierto las puertas de su corazón y han confiado
en mí, a pesar de todas mis inmadureces y limitaciones? Realmente ellos han sido
instrumentos de Dios para purificarme y hacerme crecer y comprender mejor el Evangelio.
Y también recordar y orar por aquellos a quienes he acogido y han acompañado y
acompañan hoy mi camino de fe
Pero que se nos quede hoy en la mente aquella mujer anónima recibiendo a los enviados
de Dios, y aprendamos de ella. Hay muchos modos de hacer esta bella tarea. Hasta un vaso
de agua fresca tiene importancia. Como también un rato de conversación, un paseo, una
llamada, una felicitación, una palabra de ánimo o agradecimiento.
Y también la invitación a acoger a los profetas de Dios en nuestra vida, aunque a veces nos
resulten incómodos.
Finalmente, y en esta semana dolorosa para nuestra Orden, os invito, siguiendo los deseos
de nuestra Gran Priora, a unirnos en oración por el eterno descanso de nuestro Gran
Maestre Gerad Willery. Que todos los templarios seamos uno también en la Oración:
Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–; quien cree en Mí, aunque haya muerto,
vivirá; y todo el que vive y cree en Mí no morirá eternamente. (cfr. Juan 11, 25-26)
V/ . Venid en su ayuda, Santos de Dios; salid a su encuentro, Ángeles del Señor.
R/. Recibid su alma, y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Cristo que te llamó, te reciba y los Ángeles te conduzcan al regazo de Abraham.
R/. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para él la luz eterna.
R/. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Señor, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad, Señor, ten piedad.
Padre nuestro…
V/ . Libra, Señor, su alma.
R/. De las penas del infierno.
V/ . Descanse en paz.
R/. Amén.
V/ . Señor, escucha nuestra oración.
R/. Y llegue a ti nuestro clamor.
V/ . El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: