Jesús dijo a los fariseos: "Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por
sus ovejas. No así el asalariado, que no es el pastor y las ovejas no son suyas.
Cuando ve venir el lobo, huye abandonando las ovejas, y el lobo las agarra y las
dispersa. A él sólo le interesa su salario y no le importan nada las ovejas. Yo soy
el Buen Pastor y conozco a los míos como los míos me conocen a mí, lo mismo
que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y yo doy mi vida por las
ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este corral; a ésas también llevaré, y
habrá un solo rebaño con un solo pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo
entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este
mandato he recibido de mi Padre”.
Jesús en este evangelio nos dice que su misión no va dirigida solo a un grupo de personas, a sus seguidores, sino que es universal. Las ovejas a las que tiene que atraer no pertenecen a ninguna institución, a ningún colectivo concreto, sino a todos los hijos de Dios. Es por eso que Jesús se siente libre en su predicación, porque no está sujeto a las normas de un colectivo.
El mensaje de Jesús es disruptivo con la sociedad de entonces y con la de ahora. Es todo lo contrario a la sociedad del ego. Es el mensaje de paz, de perdón, de entrega. Me pregunto qué potencio más, la parte de ego de mi mente o la de Dios. ¿soy pastor que guía a las ovejas y entrego mi vida por ello?
Padre, entregándonos a los demás nos llenamos de los demás y de Ti. El perdón, el destierro del resentimiento nos aporta paz. Si perdemos nuestra vida, nuestro ego, la encontraremos en la paz y el amor. Es por eso que el Reino de Dios está entre nosotros, pero no somos capaces de verlo ni entenderlo.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: