Día 3 San Francisco Javier.
Patrón de Navarra y de las misiones. Da nombre a la Encomienda Templaria Navarra.
El evangelio de esta semana nos invita a realizar un profundo cambio en nosotros
mismos a la espera de la llegada del Mesías. Para ello, en primer lugar debemos
empezar reconociendo que tenemos una verdadera necesidad de regenerarnos. En
segundo lugar debemos identificar lo que debemos cambiar. Debemos tener un
interés alto por conocer otro tipo de vida, otro tipo de forma de ver las cosas menos
material y más espiritual. En tercer lugar reconozcamos que desde nuestro bautismo
tenemos una chispa divina en nuestro interior y revisemos su estado. En cuarto lugar
preparemos nuestra alma enfrentándonos diariamente a nuestras debilidades. En
quinto lugar seamos conscientes de que por nosotros mismos no valemos nada y
necesitamos de la ayuda de Dios. Dejémonos llevar por Él. Oremos diariamente,
meditemos, hablemos con el Padre, escuchemos su voz y pidámosle perdón por
nuestras faltas, así como que nos de fuerzas para continuar nuestra regeneración.
Catecismos de la Iglesia Católica. Primera parte: La profesión de la Fe.
Primera sección: Creo – creemos.
Capítulo Tercero: La respuesta del Hombre a Dios. Creo.
25. ¿Cómo responde el hombre a Dios que se revela? (142-143)
El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la Revelación de Dios con la
obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su Verdad, en
cuanto garantizada por Él, que es la Verdad misma.
26. ¿Cuáles son en la Sagrada Escritura los principales modelos de obediencia en la fe? (144-149)
Son muchos los modelos de obediencia en la fe en la Sagrada Escritura, pero
destacan dos particularmente: Abraham, que, sometido a prueba, «tuvo fe en Dios»
(Rm 4, 3) y siempre obedeció a su llamada; por esto se convirtió en «padre de todos
los creyentes» (Rm 4, 11.18). Y la Virgen María, quien ha realizado del modo más
perfecto, durante toda su vida, la obediencia en la fe: «Fiat mihi secundum Verbum
tuum – hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 38).
27. En la práctica ¿qué significa para el hombre creer en Dios?(150-152) (176-178)
Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente
en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios
es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías:
Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que
grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos; se
presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y
toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus
pecados. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la
cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: Detrás de
mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la
correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con
Espíritu Santo.
El evangelista sitúa la llegada del Mesías tras un periodo de preparación, con una serie de elementos
La conversión es una exigencia que lleva aparejada esperanza. La pérdida de fe nos hace perder el objetivo final y por lo tanto la esperanza.
Todas las cosas de este mundo, así como todo lo que ocurre, no tiene más significado que el queramos darle cada uno, en función de nuestra historia personal, nuestro pasado, nuestra educación etc… damos una interpretación y un valor a las cosas y a los acontecimientos. De ahí los distintos puntos de vista y diferente forma de ver la vida.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: