Jueves Santo. Después de cenar con sus amigos y amarlos hasta el extremo Jesús es traicionado y entregado a las autoridades. Sus amigos no salen en su defensa. Se siente solo y abandonado. Pedro le niega tres veces. Siente miedo. Ha escuchado su mensaje pero no lo ha hecho suyo, y ante la primera amenaza se derrumba. El canto del Gallo le despierta, le hace reaccionar, su mirada se encuentra con la de Jesús y éste le mira con amor. Pedro por fin entiende y se echa a llorar. Acaba de hacer suyo el mensaje de Jesús. ¿Somos nosotros como Pedro? ¿Necesitamos que el Gallo nos despierte? Viernes Santo. La cruz espera a Jesús. Esa cruz que me he acostumbrado a ver en tantos sitios y que llevo en el manto templario. Esa cruz de dolor, llanto, miseria, injusticia, egoísmo etc… que existe en el mundo y que me he acostumbrado a ver sin reaccionar. Y mientras tanto Jesús mirándome, en silencio, con los brazos abiertos sin decirme nada, sin exigirme nada, dejándome ser libre, esperando a que reaccione y actúe. Jesús me invita constantemente a beber el agua que calmará mi sed, la que brota de su costado. ¿Soy consciente de lo que representa y debería exigirnos la Cruz de nuestro blanco manto templario? ¿He encontrado y soy capaz de beber del agua que calmará nuestra sed? Sábado Santo. Vigilia Pascual. El sepulcro está vacío. Han movido la losa de entrada y Jesús no está. Ha resucitado. Necesito mover la losa del sepulcro, atreverme a entrar y buscar a Jesús. ¡Jesús vive! Vive en cada uno de nosotros y debemos dejarle actuar. Debemos mover la losa de nuestro corazón para que pueda actuar en nosotros, darnos vida y así dar vida nosotros a nuestro entorno.
Semana Santa y Pascua de Resurrección
Juan 20, 1-9El primer día después del sábado, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Como se inclinara, vio los lienzos tumbados, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio también los lienzos tumbados. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó. Pues no habían entendido todavía la Escritura: Él había de resucitar de entre los muertos!
Tras la muerte de Jesús que representa un fracaso y desconcierto para todos sus discípulos, tienen que sufrir la desaparición de su cuerpo. ¿Dónde lo habrán llevado? ¿Qué está pasando? ¿Qué sentido y explicación tiene todo esto?
Como discípulo debo recorrer un camino desde la observación, la duda, lo racional hacia la fe. Debo entrar al sepulcro, comprobar los hechos y desde el corazón intuir lo que ha ocurrido.
Jesús, llévanos corriendo a tu encuentro, al sepulcro donde esperamos encontrarte, aunque caminemos desanimados entre tinieblas y sombras. Que lleguemos hasta ti para verte y creer.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: